Autoestima y Autosuperación: Técnicas para su mejora

Por: Angel Antonio Marcuello García
Jefe del Gabinete de Psicología de la Escuela de Especialidades Antonio de Escaño (Ferrol-La Coruña)

1. LA AUTOESTIMA

Las creencias que tenemos acerca de nosotros mismos, aquellas cualidades, capacidades, modos de sentir o de pensar que nos atribuimos, conforman nuestra “imagen personal” o “autoimagen”. La “autoestima” es la valoración que hacemos de nosotros mismos sobre la base de las sensaciones y experiencias que hemos ido incorporando a lo largo de la vida. Nos sentimos listos o tontos, capaces o incapaces, nos gustamos o no. Esta autovaloración es muy importante, dado que de ella dependen en gran parte la realización de nuestro potencial personal y nuestros logros en la vida. De este modo, las personas que se sienten bien consigo mismas, que tienen una buena autoestima, son capaces de enfrentarse y resolver los retos y las responsabilidades que la vida plantea. Por el contrario, los que tienen una autoestima baja suelen autolimitarse y fracasar.
Las personas somos complejas y muy difíciles de definir en pocas palabras. Como existen tantos matices a tener en cuenta es importante no hacer generalizaciones a partir de uno o dos aspectos. Ejemplos:
  • Podemos ser muy habladores con los amigos/as y ser callados/as en casa.
  • Ser un mal jugador de fútbol no indica que seamos un desastre en todos los deportes.
  • Que no nos salga bien un examen no significa que no sirvamos para los estudios.

2. ¿CÓMO SE FORMA LA AUTOESTIMA?

  • El concepto de uno mismo va desarrollándose poco a poco a lo largo de la vida, cada etapa aporta en mayor o menor grado, experiencias y sentimientos, que darán como resultado una sensación general de valía e incapacidad. En la infancia descubrimos que somos niños o niñas, que tenemos manos, piernas, cabeza y otras partes de nuestro cuerpo. También descubrimos que somos seres distintos de los demás y que hay personas que nos aceptan y personas que nos rechazan. A partir de esas experiencias tem¬pranas de aceptación y rechazo de los demás es cuando comen¬zamos a generar una idea sobre lo que valemos y por lo que va¬lemos o dejamos de valer. El niño gordito desde pequeño puede ser de mayor un adulto feliz o un adulto infeliz, la dicha final tie¬ne mucho que ver con la actitud que demostraron los demás ha¬cia su exceso de peso desde la infancia.
  • Durante la adolescencia, una de las fases más críticas en el desarrollo de la autoestima, el joven necesita forjarse una identidad firme y conocer a fondo sus posibilidades como individuo; también precisa apoyo social por parte de otros cuyos valores coincidan con los propios, así como hacerse valioso para avanzar con confianza hacia el futuro. Es la época en la que el muchacho pasa de la dependencia de las personas a las que ama (la familia) a la independencia, a confiar en sus propios recursos. Si durante la infancia ha desarrollado una fuerte autoestima, le será relativamente fácil superar la crisis y alcanzar la madurez. Si se siente poco valioso corre el peligro de buscar la seguridad que le falta por caminos aparentemente fáciles y gratificantes, pero a la larga destructivos como la drogadicción.
  • La baja autoestima está relacionada con una distorsión del pensamiento (forma inadecuada de pensar). Las personas con baja autoestima tienen una visión muy distorsionada de lo que sen realmente; al mismo tiempo, estas personas mantienen unas exigencias extraordinariamente perfeccionistas sobre lo que deberían ser o lograr. La persona con baja autoestima mantiene un diálogo consigo misma que incluye pensamientos como: 

    • Sobregeneralización: A partir de un hecho aislado se crea una regla universal, general, para cualquier situación y momento: He fracasado una vez (en algo concreto); !Siempre fracasaré! (se interioriza como que fracasaré en todo).
    • Designación global: Se utilizan términos peyorativos para describirse a uno mismo, en vez de describir el error concretando el momento temporal en que sucedió: !Que torpe (soy)!.
    • Pensamiento polarizado: Pensamiento de todo o nada. Se llevan las cosas a sus extremos. Se tienen categorías absolutas. Es blanco o negro. Estás conmigo o contra mí. Lo hago bien o mal. No se aceptan ni se saben dar valoraciones relativas. O es perfecto o no vale.
    • Autoacusación: Uno se encuentra culpable de todo. Tengo yo la culpa, !Tendría que haberme dado cuenta!.
    • Personalización: Suponemos que todo tiene que ver con nosotros y nos comparamos negativamente con todos los demás. !Tiene mala cara, qué le habré hecho!.
    • Lectura del pensamiento: supones que no le interesas a los demás, que no les gustas, crees que piensan mal de ti...sin evidencia real de ello. Son suposiciones que se fundamentan en cosas peregrinas y no comprobables.
    • Falacias de control: Sientes que tienes una responsabilidad total con todo y con todos, o bien sientes que no tienes control sobre nada, que se es una víctima desamparada.
    • Razonamiento emocional: Si lo siento así es verdad. Nos sentimos solos , sin amigos y creemos que este sentimiento refleja la realidad sin parar a contrastarlo con otros momentos y experiencias. "Si es que soy un inútil de verdad"; porque "siente" que es así realmente

3. FORMAS DE MEJORAR LA AUTOESTIMA

La autoestima puede ser cambiada y mejorada. Podemos hacer varias cosas para mejorar nuestra autoestima:
1. Convierte lo negativo en positivo:
Nunca pierdas las ganas de pensar en positivo, invierte todo lo que parezca mal o que no tiene solución:
Pensamientos negativos
"No hables"
"¡No puedo hacer nada!"
"No esperes demasiado"
"No soy suficientemente bueno"
Pensamientos alternativos
"Tengo cosas importantes que decir"
"Tengo éxito cuando me lo propongo"
"Haré realidad mis sueños"
"¡Soy bueno!"
2. No generalizar
Como ya hemos dicho, no generalizar a partir de las experiencias negativas que podamos tener en ciertos ámbitos de nuestra vida. Debemos aceptar que podemos haber tenido fallos en ciertos aspectos; pero esto no quiere decir que en general y en todos los aspectos de nuestra vida seamos “desastrosos”.
3. Centrarnos en lo positivo
En conexión con lo anterior, debemos acostumbrarnos a observar las características buenas que tenemos. Todos tenemos algo bueno de lo cual podemos sentirnos orgullosos; debemos apreciarlo y tenerlo en cuenta cuando nos evaluemos a nosotros mismos.
4. Hacernos conscientes de los logros o éxitos
Una forma de mejorar nuestra imagen relacionada con ese “observar lo bueno” consiste en hacernos conscientes de los logros o éxitos que tuvimos en el pasado e intentar tener nuevos éxitos en el futuro. Pida a los alumnos/as que piensen en el mayor éxito que han tenido durante el pasado año. Dígales que todos debemos reconocer en nosotros la capacidad de hacer cosas bien en determinados ámbitos de nuestra vida y que debemos esforzarnos por lograr los éxitos que deseamos para el futuro.
5. No compararse
Todas las personas somos diferentes; todos tenemos cualidades positivas y negativas. Aunque nos veamos “peores” que otros en algunas cuestiones, seguramente seremos “mejores” en otras; por tanto, no tiene sentido que nos comparemos ni que, nos sintamos “inferiores” a otras personas.
6. Confiar en nosotros mismos
Confiar en nosotros mismos, en nuestras capacidades y en nuestras opiniones. Actuar siempre de acuerdo a lo que pensamos y sentimos, sin preocuparse excesivamente por la aprobación de los demás.
7. Aceptarnos a nosotros mismos
Es fundamental que siempre nos aceptemos. Debemos aceptar que, con nuestras cualidades y defectos, somos, ante todo, personas importantes y valiosas.
8. Esforzarnos para mejorar Una buena forma de mejorar la autoestima es tratar de superarnos en aquellos aspectos de nosotros mismos con los que no estemos satisfechos, cambiar esos aspectos que deseamos mejorar. Para ello es útil que identifiquemos qué es lo que nos gustaría cambiar de nosotros mismos o qué nos gustaría lograr, luego debemos establecer metas a conseguir y esforzarnos por llevar a cabo esos cambios.

Elaborar proyectos de superación personal

Una parte importante de nuestra autoestima viene determinada por el balance entre nuestros éxitos y fracasos. En concreto, lograr lo que deseamos y ver satisfechas nuestras necesidades proporciona emociones positivas e incrementa la autoestima.
Se ha apuntado como una forma de mejorar la autoestima el esforzarse para cambiar las cosas que no nos gustan de nosotros mismos. Vamos a trabajar sobre un método que puede hacer más fácil estos cambios. Este método está compuesto por cuatro pasos fundamentales:
Pasos para conseguir lo que se desea.
  1. Plantearse una meta clara y concreta.
  2. Establecer las tareas que se deben realizar para lograrla.
  3. Organizar las tareas en el orden en que se deberían realizar.
  4. Ponerlas en marcha y evaluar los logros que se vayan consiguiendo.
Veamos brevemente cada uno de estos pasos:

Primer paso: Plantearse una meta clara y concreta.

Una “meta” puede ser cualquier cosa que se desee hacer o conseguir. Plantearse una meta de forma clara y concreta ayuda a tener éxito porque nos ayuda a identificar lo que quere¬mos conseguir.
La meta que nos propongamos ha de reunir una serie de requisitos. Debe ser una meta:
  • SINCERA, algo que realmente queramos hacer o deseemos alcanzar.
  • PERSONAL, no algo que venga impuesto por alguien desde fuera.
  • REALISTA, que veamos que es posible conseguir en un plazo relativamente corto de tiempo (unas cuantas semanas).
  • DIVISIBLE, que podamos determinar los pasos o cosas que hemos de hacer para conseguirla.
  • MEDIBLE, que podamos comprobar lo que hemos logrado y lo que nos falta para alcanzarla.
Ejemplos:
  • Obtener una buena nota en una asignatura
  • Ser más popular
  • Llevarse bien con los hermanos
  • Hacer deporte
  • Ahorrar dinero

Segundo paso: Establecer las tareas que se deben realizar para lograrla.

Una vez que hayan concretado la meta que desean alcanzar, pídales que piensen en lo que tendrían que hacer para conseguirla. No todo se consigue en un día; para conseguir mejorar en cualquier aspecto que te propongas has de hacer pequeños esfuerzos.
Póngales como ejemplo el caso de los ciclistas que participan en la vuelta ciclista a España. La meta de muchos de ellos es ganar la carrera. Pero para ello se tienen que superar a lo largo de tres semanas distintas etapas (etapas de llano, etapas de montaña, contrarreloj).

Tercer paso: Organizar las tareas en el orden en que habría que realizarlas.

Si se intenta llevar a cabo todas las tareas al mismo tiempo, es muy probable que no se consiga nada. Para lograr una meta es muy interesante que se ordenen las tareas que se deben realizar y se establezca un plan de trabajo.
Una vez que tengan la lista de las tareas que deben realizar pida que las ordenen. El orden se puede establecer de forma lógica, según la secuencia temporal en las que se tengan que realizar (para hacer una casa antes del tejado habrá que hacer los cimientos) o, en el caso de que las tareas no necesiten una secuenciación temporal, se puede empezar por las tareas más sencillas y que requieran menos esfuerzo, dejando para el final las más difíciles o costosas.

Cuarto paso: Ponerlas en marcha y evaluar los logros que se vayan consiguiendo.

Una vez elaborado el proyecto personal habría que comprometerse con él y ponerlo en práctica. Para llegar a conseguirlo es importante ir evaluando los esfuerzos realizados. Esto puede ser difícil hacerlo uno mismo, pero es relativamente sencillo si se pide a un familiar o a un amigo que nos ayude a evaluar nuestros progresos.
Vamos a ver un ejemplo en el que una persona uno elabora un proyecto de superación personal con el fin de superar la timidez:
Ejemplo de Proyecto Personales
1. Meta: Superar a timidez.
2. Tareas para conseguirlo:
  • Saludar a gente que conozcas
  • Unirse a grupos de compañeros en el recreo
  • Iniciar conversaciones con compañeros
  • Iniciar conversaciones con desconocidos
  • Hacer preguntas al profesor
3. Organización de las tareas (empezar por lo más fácil y avanzar hacia las tareas más difíciles)
Organización de tareas

BIBILIOGRAFIA:

  • CASTAÑER, OLGA. ¿Por qué no logro ser asertivo?. DESCLE. 2001.
  • CASTAÑER, OLGA. La asertividad: expresión de una sana autoestima. DESCLE. 1996.
  • DE LAS HERAS RENERO, Mª DOLORES Y COLS. Programa Discover. Junta Castilla y León.
  • E. CABALLO, VICENTE. Manual de evaluación y tratamiento de las habilidades sociales. SIGLO XXI. 1999.
  • GOLDSTEIN ARNOLD. Habilidades sociales y autocontrol en la adolescencia. SIGLO XXI. 1999.
  • LUENGO MARTÍN, Mª ÁNGELES Y COLS. Construyendo la Salud. MEC.
  • MARTHA DAVIS, MATTHEW MCKAY. Técnicas cognitivas para el tratamiento del estrés. MARTÍNEZ ROCA. 1998.
  • MARTHA DAVIS, MATTHEW MCKAY. Técnicas de autocontrol emocional. MARTÍNEZ ROCA. 1998.
  • MATTHEW MCKAY, PATRICK FANNING. Autoestima Evaluación y mejora. MARTÍNEZ ROCA. 1999.
  • VALLÉS ARANDIGA A. Y VALLÉS TORTOSA C. Programa de refuerzo de las habilidades sociales III. EOS. 
FUENTE: http://www.psicologia-online.com/autoayuda/autoestima/autosuperacion.shtml
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La participación social como estrategia central de la nutrición comunitaria para afrontar los retos asociados a la transición nutricional

José Carlos Suárez-Herrera  José Joaquín O´Shanahan Juan  y Lluis Serra-Majem

RESUMEN

Las sociedades modernas vienen experimentando en las últimas décadas un proceso de transición nutricional acelerada que favorece la aparición, a escala planetaria, de problemas nutricionales de naturaleza contradictoria, tales como la obesidad y la desnutrición. Estos problemas suponen un auténtico desafío para los responsables de la Salud Pública, que adoptan gradualmente una serie de estrategias bajo una perspectiva poblacional. Sin embargo, la naturaleza colectiva de estas estrategias puede ir en detrimento de las necesidades nutricionales particulares de los individuos y las familias.
Consideramos que la participación social favorece la contemplación simultánea de ambas perspectivas, individual y poblacional, durante las diferentes fases de desarrollo de los programas de Nutrición Comunitaria necesarios para tratar la naturaleza paradójica de este tipo de problemas. Sin embargo, debido a factores de tipo contextual, se observa una tendencia creciente a desarrollar una dimensión más tecnocrática de las prácticas participativas, lo que desvirtúa el potencial emancipador y trasformativo de la participación social.
Para evitar dicha tendencia, proponemos el uso de los cinco ejes de intervención de la Carta de Ottawa para la Promoción de la Salud como guía para una integración sistémica de la participación social en los procesos de planificación, implementación y evaluación de los programas de nutrición comunitaria. De este modo, contemplamos la integración de la participación social en los esfuerzos destinados al desarrollo de competencias individuales, al refuerzo de la acción colectiva, a la creación de entornos favorables, a la reorganización de servicios y sistemas de salud y, finalmente, a la elaboración de políticas en materia de nutrición y salud pública.

Palabras clave: Participación Social. Transición Nutricional. Atención Primaria de Salud. Promoción de la Salud. Salud Pública.


Introducción

Desde comienzos del siglo pasado las sociedades modernas vienen experimentando la transformación en materia de nutrición y salud pública más importante de toda la historia de la humanidad. Se trata de un fenómeno probablemente jamás visto anteriormente, cuyo grado de complejidad se acentúa con la distribución irregular de los estilos de vida y los patrones alimentarios en los diferentes grupos de población. Esta tendencia emergente hacia un proceso de transición nutricional1,2 constantemente acelerada tiene lugar a escala mundial, principalmente a causa de las dinámicas expansionistas asociadas a la globalización económica, tales como la liberalización de mercados, la división internacional del trabajo, los grandes movimientos transmigratorios, la industrialización de los alimentos, la urbanización de los estilos de vida y la influencia de las tecnologías de información y comunicación3-5.

En la primera sección de este artículo presentamos una descripción sucinta del fenómeno de la transición nutricional acelerada que subyace actualmente en las sociedades modernas y que afecta de forma intensa aunque desigual a una proporción creciente de países de todas las regiones del planeta. La complejidad y la velocidad de expansión de este fenómeno favorece la coexistencia en un mismo grupo de población de problemas de salud tradicionalmente opuestos, tales como la aparición gradual de enfermedades crónicas asociadas a los excesos alimentarios antes de la desaparición de las enfermedades agudas relacionadas con las carencias nutricionales6-8, problema que puede llegar a darse en el seno de un mismo hogar9-11. Este dilema representa un desafío sin precedentes para los responsables políticos y profesionales de la Salud Pública, que se enfrentan a un fenómeno paradójico que dificulta la gestión de las intervenciones pertinentes en materia de nutrición y salud pública12.

En la segunda sección de este artículo revisamos las principales estrategias adoptadas por los programas de Nutrición Comunitaria en el campo de la Atención Primaria de Salud (APS). Frente a las estrategias individuales, las de tipo poblacional refuerzan el uso de enfoques colectivos y de actuaciones a nivel sistémico en materia nutricional, lo que favorece la aparición de una serie de consecuencias colaterales indeseables en algunos sectores muy concretos de la población13-14.

En la tercera sección del artículo subrayamos la necesidad del reconocimiento de la participación social como estrategia esencial en los procesos de reorganización de los servicios y sistemas de APS, así como en la puesta en marcha y desarrollo de las intervenciones nutricionales pertinentes. Las dinámicas participativas podrían ayudarnos a integrar conjuntamente las perspectivas individuales y poblacionales de las intervenciones nutricionales, pero dadas ciertas presiones contextuales de tipo económico y político la experiencia nos muestra que se tiende a impulsar el desarrollo de una dimensión tecnocrática de la participación social, en detrimento de su vertiente más emancipadora y transformativa15,16. Con el fin de evitar tales inconvenientes en la última sección de este artículo presentamos los principios de la Promoción de la Salud17 como base orientativa para un proceso de integración sistémica de la participación social en las estrategias de intervención nutricional, tanto a nivel individual como poblacional. Esta integración favorece un alineamiento dialéctico entre una visión panorámica de los procesos globales asociados a la transición nutricional acelerada y la configuración local de las prácticas participativas de los individuos y comunidades en los programas de Nutrición Comunitaria.



La transición nutricional acelerada en un periodo de globalización económica

La coexistencia de problemas de nutrición y salud pública de naturaleza contradictoria identificada en el seno de las sociedades modernas, comparte su centro de interés con los procesos asociados a la transición nutricional. Este término se utiliza habitualmente para describir los cambios históricos en los patrones alimentarios, la actividad física, la salud y el estado nutricional de las poblaciones1,2,18. Tradicionalmente, problemas nutricionales diametralmente opuestos, como la desnutrición y la obesidad, han aparecido en sectores poblacionales bien diferenciados. Así, las regiones económicamente favorecidas presentaban problemas propios del exceso alimentario tales como el sobrepeso y la obesidad, mientras que las regiones económicamente desfavorecidas sufrían de inseguridad alimentaria y desnutrición. Sin embargo, trabajos recientes indican que los cambios en los patrones alimentarios asociados a la transición nutricional contemporánea son tan drásticos y aparecen a tal velocidad que tanto los problemas de malnutrición por defecto como por exceso coexisten simultáneamente en una misma región geopolítica19-24 o incluso en el seno de un mismo hogar9,11.

La importancia de este alarmante fenómeno radica en que parece extenderse prácticamente a todas las regiones del planeta, independientemente del nivel de desarrollo de éstas6,7,25 debido a las dinámicas extremadamente expansionistas de la globalización económica. Sería probablemente demasiado simplista pensar que estos episodios paradójicos se distribuyen siguiendo los patrones clásicos de diferenciación establecidos habitualmente entre el norte y el sur, o entre los países desarrollados y aquéllos en vías de desarrollo. Así, los procesos de esta transición nutricional globalizada, anormalmente acelerada y relacionados con la coexistencia de problemas nutricionales de naturaleza contradictoria se observan hoy en día en regiones muy diversas. Podemos distinguir consecuentemente la aparición de este fenómeno en América Latina26,27, en el seno de comunidades aborígenes de América del Norte28,29, en ciertas regiones de África22,30, en diversas zonas del continente asiático31-32, en Oceanía33,34 y, finalmente, en los países de la Unión Europea35,36, incluido el territorio español37.

El conocimiento y control de los factores asociados a los problemas inherentes a esta transición nutricional acelerada suponen un desafío de envergadura para los responsables políticos y los profesionales de la salud pública12,38,39. La complejidad y la velocidad de los patrones de cambio aumentan la dificultad de adecuación de las intervenciones en materia nutricional. Muchos países que llevan luchando durante décadas contra el hambre y las carencias nutricionales deben ahora enfrentarse a la aparición brusca y acelerada de la obesidad y otras enfermedades crónicas relacionadas. Asimismo, países que apenas comienzan a controlar los problemas asociados a las enfermedades nutricionales crónicas, se encuentran súbitamente implicados en la lucha contra nuevos brotes endémicos de patologías relacionadas con las carencias nutricionales agudas. La falta de respuesta socio-sanitaria adecuada para enfrentarse al carácter complejo y dinámico de problemas nutricionales tan paradójicos podría favorecer considerablemente la aparición de importantes desigualdades de salud34,40, lo que nos lleva a la necesidad de revisar atentamente las principales estrategias de intervención implementadas tradicionalmente en materia de nutrición y salud pública41.



Límites de las estrategias adoptadas por los programas de nutrición comunitaria en el sector de la atención primaria de salud

Históricamente, las estrategias subyacentes a las intervenciones de salud pública han seguido los patrones de una perspectiva individualizada del proceso de salud-enfermedad. Esta perspectiva está basada en un conjunto de actividades preventivas sobre pequeños grupos de individuos bien localizados y considerados como expuestos a una serie de factores de riesgo asociados a una enfermedad determinada. Sin embargo, a mediados de los años 80 aparece una estrategia de intervención novedosa que defiende la integración de una perspectiva poblacional, presentada por aquel entonces como una manera prometedora de lograr cambios profundos y duraderos en el estado de salud de las poblaciones42. Habiéndose demostrado los límites de la capacidad del enfoque individual para reducir, a largo plazo, la incidencia de un problema de salud o de su nivel de riesgo sobre un grupo determinado de individuos, la perspectiva poblacional adquiere un protagonismo creciente en estas dos últimas décadas en el seno de las políticas sanitarias impartidas en materia de APS.

Contrariamente a los principios de atención individualizada, el enfoque poblacional intenta controlar la amplia gama de determinantes relacionados con la incidencia de un problema de salud a nivel de toda la población. Esta perspectiva orienta sus esfuerzos sobre todos los individuos de un sector determinado de la población (en ocasiones incluso la población completa), independientemente de sus niveles de riesgo individuales, a través de estrategias globales de intervención socio-sanitaria. El objetivo de este enfoque es la disminución de la incidencia de un problema de salud en toda la población, lo que se demostraría por una mejora de la media poblacional de sus indicadores de salud. Ejemplos de esta perspectiva son las medidas de higiene y saneamiento del medioambiente físico o los programas universales de alimentación complementaria. Recientemente, la perspectiva poblacional se extiende más allá del campo de la salud e intenta intervenir no sólo en el entorno socio-sanitario sino también en el económico, cultural y político de las poblaciones, a través de la educación para la salud de masas y la implementación de políticas sanitarias en materia de nutrición y salud pública. Este hecho sitúa esta estrategia como elemento clave de la praxis de la Nutrición Comunitaria43,44.

Específicamente, en lo que concierne a los problemas de salud relacionados con la transición nutricional existente en el seno de las sociedades modernas, las estrategias de intervención en materia de Nutrición Comunitaria adoptan gradualmente una perspectiva poblacional. Se privilegian los enfoques colectivos y se actúa a nivel sistémico, es decir, sobre los grandes entornos ambientales integrados en los que todos vivimos y trabajamos45. Este cambio supone un verdadero dilema para los profesionales de la salud que siguen priorizando los factores de riesgo individuales sobre los contextuales, debido a su formación académica y su experiencia clínica centradas en la solución de problemas a corto plazo. De esta manera, en un esfuerzo por adoptar un enfoque poblacional a nivel de APS, los responsables de Nutrición Comunitaria intentan basar sus intervenciones en inferencias equívocas sobre el estado nutricional de los individuos a partir de estudios epidemiológicos de tipo poblacional, fenómeno conocido como falacia ecológica46.

Un ejemplo característico es el de la Nutrición Comunitaria en Chile, clásicamente considerado como un símbolo del éxito de los programas de alimentación complementaria a nivel poblacional. De hecho, existe una clara asociación entre la presencia de estas masivas y costosas intervenciones y el descenso de las tasas de incidencia de la desnutrición en todos los grupos poblacionales, especialmente en niños. No obstante, desde la última década esta relación ha desaparecido mientras que la correlación entre la implementación de estos programas y el aumento de la prevalencia de la obesidad ha aumentado considerablemente14. Se trata probablemente de una consecuencia crítica y exacerbada de la falacia ecológica que da lugar a lo que Rose denominaría como paradoja de la prevención47, en la que la puesta en marcha de una serie de estrategias poblacionales demuestra la existencia de un efecto paradójico que produce ciertos beneficios a nivel global, pero exiguas ventajas a nivel individual. Es más, en un contexto de transición nutricional acelerada se podría añadir que este tipo de intervenciones no sólo ofrece pocos o ningún beneficio individual sino que además fomenta considerablemente la aparición de efectos indeseables12. En el caso chileno, la paradoja de la prevención sugiere que cuando los suplementos alimenticios son distribuidos masivamente al conjunto global de niños de una población y no solamente a aquéllos que sufren problemas de carencias alimentarias puede llegar a generarse un brote significativo de sobrepeso y de obesidad infantil13.

Debido a la paradójica naturaleza de los problemas asociados a la transición nutricional acelerada, quizás deberíamos plantearnos si bajo ciertas condiciones los factores intrafamiliares e individuales no serían, al menos, tan importantes como los factores contextuales10,12. De esta manera, las diversas estrategias de intervención nutricional, tanto aquellas basadas en perspectivas individuales como las que adoptan enfoques poblacionales, no deberían ser consideradas como antagónicas, sino más bien complementarias, ya que las fuerzas de una vienen a reforzar las debilidades de la otra y viceversa. De hecho, allí donde las intervenciones poblacionales fracasan en la solución de problemas específicos y frecuentemente urgentes, la atención individualizada podría ayudarnos a establecer una serie de pautas orientadas a las necesidades concretas a nivel intrafamiliar de ciertos sectores de la población. Por parte de los responsables políticos y los profesionales de la salud pública esto exige el reconocimiento de la participación de los individuos y comunidades como actores clave en los procesos de reorganización de los servicios y sistemas de APS, así como en las estrategias de planificación, implementación y evaluación de los programas de Nutrición Comunitaria48.



La participación social como elemento clave de las estrategias de nutrición comunitaria

La cuestión de la participación aparece oficialmente en el ámbito de la salud pública a partir de los años 70, en la Primera Conferencia Internacional sobre la APS celebrada en Alma-Ata49. Se la denomina participación comunitaria y se define en un principio como el proceso a través del cual los miembros de una comunidad, tanto a nivel individual como colectivo y a través de diferentes formas de compromiso: a) desarrollan la capacidad para asumir una responsabilidad plena en la estimación de sus problemas y necesidades en materia de salud; b) planifican la implementación de sus propias estrategias de intervención comunitaria; c) crean y mantienen organismos para apoyar estas estrategias; y d) evalúan los efectos de sus intervenciones procediendo a los ajustes necesarios a través de un proceso dinámico y continuo de aprendizaje colectivo50,51.

Con el tiempo, la participación comunitaria forma parte gradualmente del discurso contemporáneo de los movimientos sociales en materia de salud, adquiriendo la denominación de participación social. Este discurso examina las interacciones mutuas entre la sociedad civil y la administración pública, lo que ofrece nuevas vías de análisis sobre las intersecciones entre las movilizaciones populares de tipo participativo y la acción gubernamental en todos los sectores de interés público52-55, incluida la salud pública nutricional16,39. De esta manera, la participación social es considerada hoy día como uno de los pilares esenciales de las estrategias de intervención en el campo de la Nutrición Comunitaria44,48. La complejidad del contexto sociopolítico de las sociedades modernas, así como la aparición de problemas nutricionales relacionados con la instauración de un proceso universal de transición nutricional particularmente acelerado, reafirma la necesidad de abrir espacios intersectoriales de diálogo y negociación entre los actores sociales implicados. Esto ofrecería un papel relevante a los sectores de la población tradicionalmente excluidos en los procesos de toma de decisiones16,43,44,48,56-58.

El análisis de las prácticas participativas revela que los beneficios de la Nutrición Comunitaria aumentan si las dinámicas participativas movilizan a los actores relacionados con la cuestión de interés, si estos actores desarrollan actividades de tipo político (y no sólo instrumental), si participan en los procesos de toma de decisiones (más allá de la simple consulta) y, finalmente, si las concertaciones intersectoriales están orientadas hacia una reducción de las relaciones de subordinación que resultan de los desequilibrios en las relaciones de poder15,16,44,48,59,60. La Nutrición Comunitaria se presenta así como un campo transdisciplinar e intersectorial, capaz de abarcar la complejidad de los procesos asociados a la transición nutricional acelerada en la medida que asume y reconoce la importancia de la participación social, una práctica que favorece la diversificación de las fuentes de información ante situaciones de incertidumbre y que acepta la multiplicidad de perspectivas, individuales y poblacionales, necesarias para hacer frente a la naturaleza paradójica de los complejos problemas nutricionales contemporáneos12,41,58.

Sin embargo, no son pocos los factores contextuales que impiden una integración multidimensional de los procesos participativos en las estrategias de planificación, implementación y evaluación de los programas de Nutrición Comunitaria15,16 capaz de ajustar simultáneamente perspectivas individuales y poblacionales. A pesar de que la retórica de la participación puede ser utilizada como una estrategia política de progreso y transformación de las arenas políticas públicas61,62, todo parece indicar que la participación de las comunidades se desarrolla actualmente en un contexto político de conflicto en el que se confrontan solamente los intereses de unos pocos actores63-65. Así, ampliamente influenciada por las dinámicas expansionistas de la globalización económica, la ideología participativa contemporánea se adhiere con frecuencia a un discurso fervientemente utilitarista, promovido por ciertas instituciones financieras internacionales que prefieren identificar solamente aquellos problemas que precisan soluciones técnicas y económicamente efectivas a corto plazo. Este fenómeno se desarrolla generalmente en detrimento de la emancipación local y el desarrollo social sostenible de los individuos y comunidades62,66,67.

Desde esta perspectiva, la participación es concebida como un instrumento a través del cual una serie de agentes externos a las circunstancias locales invitan a las comunidades a implicarse en proyectos colectivos de implementación vertical. El fin último es legitimar sus intereses particulares y utilizar los recursos locales para compensar los costes de las intervenciones. En este caso, la participación de las comunidades locales no implica necesariamente una transformación substancial de las relaciones de poder en un contexto en el que los procesos de control social ceden su plaza a la institucionalización tecnocrática de los movimientos sociales. Esto podría considerarse como un obstáculo de primer orden hacia una concepción integral de los intereses locales a la hora de establecer el conjunto de estrategias socio-sanitarias en materia de nutrición y salud pública. Tal situación favorece el uso, y el abuso, de las perspectivas poblacionales de intervenciones exclusivamente colectivas que no satisfacen definitivamente las necesidades nutricionales particulares de los individuos y las familias.



Una visión integral de la nutrición comunitaria: entre la participación local de las comunidades y la promoción global de la salud

Ante tales retos necesitaríamos adoptar una visión sistémica a diferentes niveles de complejidad organizacional que nos permita crear un escenario en el que las dinámicas participativas proliferen integralmente43,44,48, respetando al mismo tiempo las necesidades individuales locales y las tendencias poblacionales globales. Los cinco ejes de intervención propuestos por la Carta de Ottawa para la Promoción de la Salud17, basados en una aproximación de tipo ecológico68, podrían servir de orientación en la búsqueda de un alineamiento razonable entre una visión panorámica de los procesos globales asociados a la transición nutricional acelerada y la integración local de las prácticas participativas de los individuos y comunidades en los programas de Nutrición Comunitaria. Asimismo pretendemos con esta propuesta señalar la importancia de la participación social con respecto a los principios de la Promoción de la Salud, ya que a la hora de implantar ciertas intervenciones concretas de Nutrición Comunitaria, la participación queda curiosamente restringida en gran medida a una serie de cambios comportamentales de individuos y familias en materia de hábitos nutricionales saludables. El resto de los niveles de intervención nutricional se constituye consecuentemente como competencia exclusiva de los responsables políticos y los profesionales en materia de nutrición y salud pública.

Según la Carta de Ottawa17 la Promoción de la Salud consiste en proporcionar a los pueblos los medios necesarios para mejorar su salud y ejercer un mayor control sobre la misma. Para alcanzar un estado adecuado de bienestar físico, mental y social un individuo o grupo debe ser capaz de identificar y realizar sus aspiraciones, de satisfacer sus necesidades y de cambiar o adaptarse al medio ambiente. Por consiguiente, dado que el concepto de salud como proceso de desarrollo sostenible trasciende la simple idea de formas de vida sanas, la promoción de la salud no concierne exclusivamente la responsabilidad de técnicos y expertos en materia de salud pública.

De esta manera, las estrategias privilegiadas en los programas de Nutrición Comunitaria deberían ser capaces de adaptarse a las necesidades locales de los individuos y familias y a las posibilidades globales de cada país y región, fomentando la participación integral de las comunidades locales en los procesos organizacionales de interés individual y colectivo. Así, la integración de la participación social en los procesos de gestión de los programas de Nutrición Comunitaria implicaría una aproximación sistémica a cinco niveles de complejidad organizacional que exponemos en la figura 1:

1. Desarrollo de competencias individuales. Se trata de fomentar la participación de individuos y familias en los programas de educación nutricional destinados a la adquisición, por una parte, de competencias individuales en materia de nutrición y salud pública y, por otra, de aptitudes indispensables para un desarrollo personal y familiar. De este modo se incrementan las opciones disponibles para que la población ejerza un mayor control social sobre su propio estado nutricional y sobre los factores que lo influencian. Resulta esencial proporcionar los medios apropiados para que los actores implicados desarrollen las capacidades necesarias en los procesos de identificación de problemas y movilización de recursos43,69,70. Esto facilitará la participación activa y reflexiva de los individuos y familias en la puesta en marcha y desarrollo de intervenciones en materia de Nutrición Comunitaria a nivel escolar, en los hogares y en el ámbito laboral, entre otros58,71.

2. Refuerzo de la acción colectiva. Se promueve en esta sección la participación efectiva y concreta de los colectivos comunitarios en la fijación de prioridades, la toma de decisiones y la puesta en marcha y desarrollo de las estrategias de planificación, implementación y evaluación de los programas de Nutrición Comunitaria60,72,73. La fuerza motriz de este proceso proviene del poder real de las comunidades, orientando las dinámicas participativas hacia la emancipación individual y colectiva, el desarrollo social sostenible y en definitiva, la transformación profunda de las condiciones locales de coexistencia16,57,74,75. Este proceso emancipador y trasformativo promueve el uso de los recursos humanos, financieros y materiales con que cuentan los individuos y familias para fomentar la autonomía y el control social, así como para desarrollar sistemas flexibles que refuercen la participación de las comunidades en materia de nutrición y salud pública44,48.

3. Creación de ambientes favorables. Los lazos que de forma inextricable unen al individuo y su entorno constituyen la base de un acercamiento socio-ecológico a la nutrición y la salud pública. La conservación de los recursos locales en todo el mundo es una responsabilidad social, de la misma forma que el modo en que la sociedad organiza sus instituciones debe contribuir a la creación de un entorno que facilite la participación de las comunidades en los procesos de interés individual y colectivo76-78. La aplicación de este eje de la Promoción de la Salud a los programas de Nutrición Comunitaria impulsaría el desarrollo de enfoques participativos orientados a la estimación sistemática del impacto que los cambios del entorno no sólo físico, sino también económico, político, laboral y cultural, producen en los hábitos alimentarios y el estado nutricional de los individuos y familias79-82. Dicha estimación implicaría el compromiso cívico en la puesta en marcha y desarrollo de las estrategias necesarias para que esos cambios se tornen a favor de los intereses locales de los actores implicados83-85.

4. Reorientación de los servicios y sistemas de salud. La responsabilidad a este nivel la comparten los actores asociados a la seguridad alimentaria y nutricional a diferentes niveles de intervención, tales como individuos y familias, grupos comunitarios, equipos profesionales, cuadros directivos, pequeñas y medianas empresas y representantes políticos, que deben trabajar conjuntamente en los procesos de reorganización de los servicios y sistemas de la APS69,70,86-88. Este proceso de reorientación de servicios fomenta la participación social no sólo en la planificación e implementación de programas de Nutrición Comunitaria, sino también en la evaluación de los mismos89-93, lo que exige un cambio de actitud profesional con respecto a una participación más democrática en las estrategias de descentralización de los servicios y sistemas de APS94-96.

5. Elaboración de políticas en materia salud pública. Este eje de intervención fomenta la responsabilización social en la elaboración e implementación de las políticas nutricionales a todos los niveles societales. Esto favorece la integración de la multiplicidad de perspectivas individuales y poblacionales en la configuración de la legislación, del sistema tributario y de las estrategias organizacionales97. La participación social en las estrategias de concertación intersectorial contribuye a asegurar la utilización equitativa de bienes y servicios a través de los programas de Nutrición Comunitaria. Se identifican y eliminan asimismo los obstáculos legislativos que impidan la implicación ciudadana en la puesta en marcha y desarrollo de políticas nutricionales basadas en la articulación social entre las tendencias globales de tipo económico y las necesidades locales en materia de seguridad alimentaria76,98-100.



Conclusión

Debido a las dinámicas expansionistas de la globalización económica, la transición nutricional acelerada favorece la aparición a escala planetaria de problemas nutricionales diametralmente opuestos en unidades geopolíticas cada vez más específicas. Así, los hogares urbanos modernos se convierten en escenarios sociales de complejos procesos manifiestamente paradójicos, no sólo en lo que a enfermedades nutricionales de naturaleza contradictoria se refiere, sino también en cuanto a la articulación social entre una serie de fenómenos globales y un conjunto de prácticas locales. Esto supone un auténtico desafío para los responsables políticos y profesionales de la Salud Pública, que han adoptado gradualmente el uso de las perspectivas poblacionales en el seno de las intervenciones implementadas en materia de Nutrición Comunitaria, lo que desvirtúa las perspectivas orientadas a los intereses particulares de individuos y familias.

La participación social aparece entonces como una dinámica interesante que nos permite la contemplación simultánea de las dos estrategias de intervención adoptadas tradicionalmente en materia de nutrición y salud pública, la perspectiva individual y la perspectiva poblacional. Dado el carácter universal de los problemas nutricionales emergentes en las sociedades modernas, se observa una necesidad creciente de establecer espacios intersectoriales de negociación y diálogo en los que los programas de Nutrición Comunitaria puedan confrontar la complejidad de los procesos asociados a la transición nutricional acelerada. Sin embargo, como práctica social que es, la participación no está exenta de las presiones contextuales que favorecen el desarrollo de una cierta dimensión utilitarista de las intervenciones. La dimensión emancipadora y transformativa de la participación social queda relegada a un segundo plano, mientras que las dinámicas de control social deben pasar el filtro de un tedioso proceso de institucionalización tecnocrática de los movimientos sociales. Esto constituye sin lugar a dudas un auténtico obstáculo a la contribución potencial que las prácticas participativas pueden realizar en el campo de la Nutrición Comunitaria.

En este contexto, los cinco ejes de intervención presentados en Ottawa durante la Primera Conferencia Internacional sobre la Promoción de la Salud, constituyen un marco interesante para guiar nuestra proposición de una integración más democrática de la participación social en los procesos de planificación, implementación y evaluación de los programas de Nutrición Comunitaria. La Carta de Ottawa refuerza el papel de los individuos, las familias y las comunidades como la principal fuente de salud y desarrollo de las sociedades modernas. Los diferentes grupos y sectores sociales se convierten en portavoces fundamentales en materia de nutrición y salud pública, siendo imprescindibles en los procesos de negociación y de compromiso político necesarios para seguir avanzando en la aplicación de estrategias individuales y poblacionales. Esta acción intersectorial integrada a varios niveles de complejidad organizacional presenta una serie de ventajas. Por un lado, fomenta la inversión en políticas públicas e infraestructuras sanitarias sostenibles para abordar los factores determinantes de la salud nutricional y el bienestar social, así como también permite el desarrollo de capacidades en materia de liderazgo y transferencia de conocimientos entre los diversos sectores sociales. Por otro lado favorece el establecimiento de leyes y normas reguladoras que garantizan un alto grado de protección frente a posibles desigualdades sociales, así como también promueve la asociación y las alianzas entre los diversos actores sociales para impulsar el desarrollo de las poblaciones.

Este proceso emancipador favorecería asimismo la adopción conjunta de las perspectivas de intervención -tanto individuales como poblacionales-, utilizadas tradicionalmente en los programas de Nutrición Comunitaria. La aproximación sistémica ofrecida por la Carta de Ottawa constituye definitivamente un potente medio de orientación que nos facilita la puesta en marcha y desarrollo de una serie de estrategias participativas capaces de hacer frente al reto que supone la confrontación paradójica entre las necesidades nutricionales locales de individuos y familias y las tendencias globales de expansión económica en un contexto de transición nutricional acelerada.



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Fuente: Rev. Esp. Salud Publica v.83 n.6 Madrid nov.-dic. 2009
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Promoción de la salud

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Breve historia de los cuidados paliativos

Realizado por Ane elordui Otegui, Atarratz Palacio Ayestaran, Andoni Cardona Bilbao, Mikael Estarrona Del Rio, Janire Cordero Hernández e Irantzu Castán Pariente.

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OBESIDAD: ¿BAJA AUTOESTIMA.INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN PACIENTES CON OBESIDAD

Alcia María Alvarado Sánchez, Evelyn Guzmán Benavides y Mónica Teresa González Ramírez

RESUMEN

El objetivo de este estudio fue evaluar la eficacia de una intervención psicológica en pacientes con obesidad. Se utilizó un diseño cuasiexperimental con un grupo de estudio y un grupo control. Después de la intervención, se encontró una diferencia significativa en la reducción de peso entre los grupos. Asimismo, hubo un incremento significativo en la autoestima del grupo estudiado.
Indicadores: Autoestima; Obesidad; Intervención psicológica; Reducción de peso

INTRODUCCIÓN

La obesidad es considerada como uno de los principales problemas nutricionales. Existe un porcentaje elevado de la población que tiene problemas de obesidad; de hecho, 55% de la población de Estados Unidos tiene sobrepeso. Hay en los obesos una mayor propensión a sufrir enfermedades tales como trastornos cardiovasculares, diabetes, elevados niveles de ansiedad, depresión y baja autoestima (Iruarrizaga, Romero, Rubio y Cabreriso, 2001).
La obesidad se extiende a un ritmo alarmante no sólo en los países industrializados, sino también en los países en desarrollo. Esto se ve relacionado con datos de la Organización Mundial de la Salud (2004), que informa que al menos 300 millones de personas padecen obesidad en el orbe, y que ésta es una condición compleja que acarrea graves problemas sociales y psicológicos y afecta a todas las edades y estratos socioeconómicos.
La obesidad es un exceso de grasa corporal que por lo general se ve acompañada de un incremento del peso. Macías y Méndez (1997) y Goodman, Slap y Huang (2003) consideran que se sufre este padecimiento cuando hay un exceso de peso superior a 20% con relación al peso ideal, el cual se calcula en función de la estatura, y que se produce cuando el balance energético es positivo, esto es, cuando las calorías ingeridas rebasan las gastadas, por lo que el excedente se acumula en forma de grasa.
Stunkard (cfr. Macías, 1997) propone una clasificación de la obesidad dividiéndola en leve, moderada y severa en función del porcentaje de sobrepeso. La primera categoría corresponde a los sobrepesos
comprendidos entre el 20 y 40% por arriba del peso ideal; la segunda a 41% por arriba, y la tercera a 100%.
Según Shadle (2001), dentro de las causas se incluyen la genética, el estado emocional .dentro del cual se incluyen el aburrimiento, el cansancio, el enojo o la tristeza, los cuales llevan a algunas perso-
nas a ingerir alimentos para confortar su estado de ánimo. y el estilo de vida, que se refiere a los hábitos tanto de alimentación como de actividad física. En contraste con lo anterior, el Consejo Internacional de Enfermeras (2004) y Seijas y Feuchrmann (1997) señalan que la obesidad no se puede explicar desde la genética porque haya fallado la disciplina personal o la educación psicológica, sino que más bien está relacionada con la adopción de un modo de vida propio de los países
industrializados, lo que fomenta una ingesta de alimentos con alto contenido de grasa y un estilo de vida sedentario.
Es importante también conocer las consecuencias de la obesidad, las cuales pueden ser físicas o psicológicas; dentro de las físicas, estudios epidemiológicos realizados en Australia y diversos países de América y Europa demuestran que los riesgos principales son los incrementos metabólicos, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes mellitus, la hipertensión arterial y la intolerancia a la glucosa (cfr. Psicoplanet, 2000). Por otra parte, dentro de las implicaciones psicológicas Iruarizaga y cols. (2001) enlistan importantes alteraciones emocionales y elevados niveles de ansiedad y depresión. A su vez, Calva (2003) menciona que la gente obesa muestra miedos e inseguridad personal, pérdida de autoestima, desórdenes alimenticios, distorsión de la imagen corporal, frigidez e impotencia, perturbación emocional por hábitos de ingesta erróneos, así como tristeza, infelicidad y depresión. Relacionado con esto último, Mahoney y Mahoney (1999) señalan que el tener problemas de obesidad es una amenaza decisiva para la salud y la felicidad de la persona, tanto en la vida diaria como en la vida entera.
Según Palladino (1992), Sánchez (2003) y Sheeman (cfr. PsicoActiva, 2003), se puede considerar que la autoestima es el sentimiento valorativo de nuestro ser, de nuestra manera de ser, de quiénes somos, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran nuestra personalidad. Es confianza, valoración y respeto por uno mismo, una respuesta psicológica que se describe normalmente como de naturaleza afectiva o basada en el sentimiento positivo versus negativo, o aceptación versus rechazo.

Dicha autoestima se divide en baja autoestima y buena autoestima. Baja autoestima se refiere a aquellas personas que se muestran inseguras, desconfiadas de sus facultades y que necesitan la aprobación de los demás ya que suelen tener diversos complejos, todo lo cual ocasiona un sentimiento de inferioridad y timidez en sus relaciones interpersonales. También se pueden encontrar pensamientos negativos, los que pueden conllevar la depresión. Por otra parte, la buena autoestima es característica de quienes tienen una buena aceptación de sí mismos y buen equilibrio emocional, que son capaces de disfrutar situaciones sociales pero también de la soledad, que tienen una buena
 autoconfianza, menor temor ante los fracasos, pocos pensamientos negativos .a los que transforman en pensamientos positivos. y buena motivación (cfr. PsicoActiva, 2003).
Relacionado con lo anterior, Goldberg (2002) menciona que una de las principales consecuencias de la obesidad .considerada de las más importantes. es la pérdida de la autoestima, la cual puede llevar
a la persona a presentar un cuadro de depresión, por lo que algunas personas tratan de compensar dicha depresión usando la comida para aliviarla. De acuerdo con esto, Álvarez (1998) aborda en su libro Obesidad y autoestima los problemas de depresión y ausencia de autoestima en los pacientes con obesidad, y comenta que dichos problemas impiden que se baje de peso. A su vez, Beato y Rodríguez
(2004) proponen que la autoestima sea considerada como un factor relevante en el pronóstico de los trastornos de la conducta alimentaria, y establecen que una mejora de la autoestima en los pacientes obesos proporciona un seguro a la capacidad de alcanzar más formas de afrontamiento de los conflictos y reducción de peso.
Respecto del tratamiento, la importancia de intervenir en los problemas de obesidad se respalda en lo planteado por el Consejo Internacional de Enfermeras (2004). Casado, Camuñas, Navlet, Sánchez y Vidal (1997) plantean que la pérdida de peso lograda exclusivamente a través del seguimiento de dietas hipocalóricas muestra un elevado índice de fracaso, tanto por las dificultades de una adhesión mantenida del tratamiento como por la recuperación del sobrepeso una vez conseguida la meta. Dichos autores agregan que el objetivo de cualquier intervención para el tratamiento de la obesidad debe de ir más allá que la mera reducción de peso a través de la implantación, por parte de
un especialista, de una dieta hipocalórica que los pacientes deben seguir con su “fuerza de voluntad". Es imprescindible la introducción de distintas técnicas cuyo objetivo principal sea la modificación de los hábitos de alimentación y que permitan una mayor adhesión al tratamiento y un cambio de actitud ante el problema.
Las técnicas cognitivo-conductuales se han usado como apoyo al cambio de hábitos alimenticios. Casado y cols. (1997), utilizando técnicas como relajación, autocontrol y reestructuración cognitiva con once pacientes obesos, durante 17 sesiones de una duración aproximada de 1 hora y 45 minutos cada una, encontraron que nueve sujetos bajaron de peso, uno se mantuvo en el que tenía y solamente uno aumentó.

Con base en lo anterior, el presente estudio se enfocó a trabajar en una clínica que presta servicios médicos a empleados de un grupo empresarial del área metropolitana de Monterrey, Nuevo León (México), tomando como preguntas de investigación las siguientes: “Al incluir una intervención psicológica en un grupo de control de peso, ¿las personas reducen más su peso corporal.", “¿Ayuda a incrementar la autoestima la intervención psicológica en un grupo de control de peso.". Con base
en las preguntas anteriores, se plantearon como objetivos los de verificar si la intervención psicológica en el grupo de control de peso ayuda a una mayor reducción de peso, y evaluar el cambio de la autoestima al recibir intervención psicológica en un grupo de control de peso.
En concordancia con los objetivos, las hipótesis fueron, a saber:
1) Las personas que reciben intervención psicológica bajan más de peso que aquellas que no la reciben, y 2) Después de la intervención psicológica aumenta la autoestima de las personas del grupo de control de peso.

MÉTODO

Participantes

La clínica donde se trabajó cuenta con un equipo multidisciplinario de profesionales de la salud que atiende grupos de control de peso, al que son referidos los pacientes con sobrepeso para que a través de doce sesiones semanales reciban información acerca de cambios en los hábitos alimenticios, entre otros temas, y el área de nutrición vigile su dieta y los efectos de ella. Es importante aclarar que en el equipo multidisciplinario no se incluye al psicólogo.

En esta investigación se utilizó un diseño cuasiexperimental y se contó con un grupo control y un grupo de estudio. Como grupo control se consideró a 24 pacientes que pertenecieron al Grupo de Control de Peso en un periodo anterior, cuando no se disponía de intervención psicológica, pero sí de pláticas por parte del equipo multidisciplinario.
El Grupo de Estudio es el que estuvo en el programa de control de peso en el periodo en que se utilizó la intervención psicológica. La muestra utilizada en un principio estuvo constituida por 13 personas, de las cuales sólo diez fueron constantes en cuanto a su asistencia, por lo que los análisis corresponden a esos diez sujetos (nueve mujeres y un hombre). Las edades de los sujetos oscilaron entre 25 años y 65 años, y fueron seleccionados por muestreo de conveniencia.

Instrumentos
Para medir autoestima se utilizó el Inventario de Autoestima de Coopersmith, en su versión para adultos, que consta de 25 reactivos con opciones de respuesta de sí y no. En este inventario se obtuvo una consistencia interna a través de la alfa de Cronbach de .81 en una muestra de 411 sujetos de la Ciudad de México (Lara, Verduzco, Acevedo y Cortés, 1993).
En dicha escala la puntuación máxima es 25; entre más alto es el puntaje, mayor es la autoestima de la persona. Esta prueba se aplicó al principio y al final de la intervención.
Respecto del peso, los sujetos eran pesados en cada sesión para su registro.

Procedimiento
Durante un período de tres meses el equipo multidisciplinario impartió doce sesiones una vez a la semana, con una duración de dos horas cada una. Tres sesiones fueron manejadas exclusivamente por psicólogos, y el resto por nutriólogos y otros profesionales de la salud. Sin embargo, la intervención psicológica no sólo se realizó en las tres sesiones antedichas. En cada una de éstas se aplicaron las siguientes técnicas cognitivo-conductuales:

Reestructuración cognitiva, la cual busca cambiar los pensamientos negativos o irracionales por pensamientos positivos o racionales. Relacionada con esta técnica, se utilizó una dinámica con el tema
“¿Qué voy a hacer cuando llegue a mi peso meta.", en la cual se trató de que las pacientes modificaran sus pensamientos (por ejemplo, “Si llego a mi peso meta, me gustaría comprarme ropa más atractiva", por “Cuando llegue a mi peso meta, voy a comprarme ropa más atractiva").

Autocontrol y autoestima, en donde se trata de que la persona adquiera suficiente fuerza de voluntad para poder controlarse ante diferentes estímulos relacionados con el alimento. Aquí se buscó el auto-
control mediante tarjetas que contenían frases o imágenes que pudieran hacer que la persona mantuviera el control en un momento de tentación (por ejemplo, “Si voy por buen camino, ¿por qué desistir ahora.") e identificaran aquellos atributos que poseían, y asimismo los que no tenían pero que desearan alcanzar. También se les entregó una hoja titulada Crea en usted mismo y hágalo realidad, la cual contenía frases que los ayudaban a confiar en ellos mismos y alcanzar sus metas.

Línea base, mediante la cual se busca que la persona visualice los avances que ha adquirido con la intervención, esto es, los kilos que ha ido disminuyendo. Aquí se hizo una gráfica donde se representaron los kilos que se iban bajando en cada sesión y marcándose la meta de kilos que querían bajar al final de la intervención para ver si la habían logrado. La línea base se colocó en la pared del área donde se llevaron a cabo las sesiones para que los sujetos pudieran verla constantemente.
Relajación, que tuvo la finalidad de que los sujetos aprendieran otra forma de reducir los niveles de ansiedad que les ocasionaba el consumir alimentos de manera inapropiada para su dieta. Se realizó la relajación muscular progresiva combinada con técnicas de visualización en siete de las doce sesiones.
Reforzamiento, con el cual se pretende que la persona mantenga una motivación con base en reforzadores positivos, que en esta intervención consistieron en aplausos, reconocimiento verbal y premios en la última sesión para los que habían alcanzado su peso meta.

Las tres sesiones dirigidas exclusivamente por psicólogos se dedicaron a los temas de trastornos alimenticios, donde se explicaron los diferentes trastornos alimenticios que existen y las consecuencias que conllevan desde una perspectiva psicológica; ansiedad y control de emociones, en el que se expuso cómo combatir la ansiedad y las emociones que implica la obesidad, y autoestima, durante el cual se explicó el concepto, los tipos que existen y qué hacer para aumentarla. También se aplicó después de la intervención la prueba de autoestima anteriormente mencionada, con el fin de identificar si la intervención psicológica ayuda a aumentar la autoestima de los pacientes.
La única diferencia en el tratamiento de ambos grupos (grupo de estudio y grupo control) fue la aplicación de las técnicas cognitivo-conductuales. Las sesiones informativas de los otros profesionales de la salud fueron idénticas.
Para esta investigación se solicitó autorización a los integrantes del grupo de control de peso de la clínica para utilizar los resultados obtenidos en la intervención, y además se les informó que los resultados serían confidenciales.

RESULTADOS

En la Tabla 1 se muestran las medidas de tendencia central y la desviación estándar (o típica) para la variable peso en kilogramos en el grupo de estudio y en el grupo control. Se realizó la prueba U de Mann-Whitney para comparar ambos grupos debido a que no hay normalidad en la variable, verificada a través de la prueba de Kolmogorov-Smirnov (p < .05).

Tabla 1. Descripción y comparación de peso inicial y final entre grupos

En dicha tabla puede observarse que no hay diferencia significativa entre el grupo de estudio y el grupo control en la primera medición del peso. Por el contrario, hay una diferencia significativa entre los grupos en el peso final.
En la Tabla 2 se compara la reducción de peso entre el grupo de estudio y el grupo control, obteniendo una diferencia significativa en los kilogramos que redujo cada grupo. El grupo de estudio redujo más, por lo cual se acepta la hipótesis 1.

Tabla 2. Comparación de la reducción de peso entre los grupos.

Al realizar la prueba de Wilcoxon para comparar el peso en el grupo de estudio antes y después de la intervención, se obtuvo un valor de p = .001 (Tabla 3), con lo que se comprueba que la reducción de peso fue significativa. Es importante mencionar que en el grupo de estudio todos los sujetos tuvieron un peso final menor que el peso inicial, lo que no ocurrió en el grupo control.

Tabla 3. Resultado de la intervención psicológica en el grupo de estudio (n = 10)

Por último, en cuanto a la autoestima, en la Tabla 4 se compara la autoestima antes y después de la intervención, obteniéndose un incremento significativo en dicha variable, con lo que se acepta la segunda hipótesis.

Tabla 4. Autoestima en el grupo de estudio (n = 10).


 DISCUSIÓN

De acuerdo a los resultados encontrados, se sustentan las dos hipótesis planteadas y puede afirmarse que las técnicas cognitivo-conductuales contribuyeron a lograr una reducción mayor de peso que la intervención basada en la mera información; asimismo, se afirma que la autoestima de los sujetos mejoró al término de la intervención psicológica.
Los resultados de este estudio concuerdan con el estudio realizado por Camuñas, Revuelto, Yañez y cols. (2001), en el que se aplicó una intervención cognitivo-conductual para el tratamiento de la obesi-
dad en mujeres menopáusicas y se halló una reducción de peso promedio de 6.06 kg, muy similar a la que tuvo el grupo de estudio (6.60 kg). En contraste, Díaz, Armero, Calvo y Rico (2002), en un estudio realizado en el que sólo se utilizó educación nutricional, reportan que sólo 5.1% de los pacientes logró alcanzar al objetivo de reducir 10% de peso; lo anterior apoya la hipótesis de que recibir una intervención psicológica ayuda a una reducción mayor de peso.
Asimismo, debe señalarse que ocho de los diez sujetos del grupo de estudio lograron el peso meta, lo que puede considerarse un dato relevante, sobre todo al compararlo con el obtenido en el estudio de Casado y cols. (1997), en el cual ninguno de los sujetos alcanzó su peso deseado.
Por otra parte, el presente estudio puede relacionarse con el realizado por Beato y Rodríguez (2004), en el que se considera que la autoestima es un factor importante para que los pacientes puedan reducir
de peso. Se puede decir que el aumento de autoestima de los participantes en el estudio fue un factor considerable para que lograran disminuir de peso, aunque comprobar la relación entre ambas variables
requiere llevar a cabo estudios adicionales.
Por último, es oportuno mencionar que si bien estos resultados son aplicables a la muestra utilizada, sería injustificado generalizarlos, pero el haber contado con un grupo control refuerza las conclusiones
planteadas respecto de la efectividad de la intervención.
Como conclusión general, se concuerda con Casado y cols. (1997) respecto de que con la implantación de programas de esta naturaleza, en los que se combina educación nutricional y técnicas psicológicas destinadas a la modificación de las variables asociadas a la obesidad, se cubren de forma satisfactoria los objetivos propuestos.

Se considera que la intervención psicológica realizada fue positiva ya que hubo una reducción de peso considerable en los sujetos de estudio, esto gracias a las técnicas instrumentadas, las cuales ayudaron
a una buena adherencia al tratamiento y a una mayor motivación de los pacientes para lograr la meta individual propuesta.
De igual forma, la intervención ayudó a corroborar la segunda hipótesis, toda vez que los resultados demuestran que hubo una diferencia significativa entre el nivel de autoestima existente al inicio de la
intervención y al finalizar ésta, lo que puede deberse a las técnicas empleadas, como la utilización de reforzadores, la motivación constante y la reestructuración cognitiva.

Para otros estudios se sugiere utilizar una muestra más grande para determinar si la obesidad influye en que las personas tengan una baja autoestima, lo cual no se pudo comprobar en este estudio
debido probablemente al tamaño y tipo de muestra que se utilizó.

REFERENCIAS

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FUENTE:
pp. 417-428
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mensaje de prueba

RESUMEN
El objetivo de este estudio fue evaluar la eficacia de una intervención psicológica en pacientes con obesidad. Se utilizó un diseño cuasiexperimental con un grupo de estudio y un grupo control. Después de la intervención, se encontró una diferencia significativa en la reducción de peso entre los grupos. Asimismo, hubo un incremento significativo en la autoestima del grupo estudiado.
Indicadores: Autoestima; Obesidad; Intervención psicológica; Reducción de peso
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