Salud mental de la población regional es tema prioritario

Servicio de Salud cuenta con tres Centros Comunitarios
Además ejecuta las obras para contar con un nuevo COSAM en el sector Norte de la Capital Regional.
La depresión, el suicidio, el consumo perjudicial y dependencia de alcohol y drogas, y otros trastornos crónicos, como la esquizofrenia, son algunos de los problemas de salud mental más recurrentes que afectan a la población de nuestra Región. Es por esto que el Servicio de Salud Antofagasta se encuentra desarrollando una red de Centros dirigidos a dar una cobertura más cercana e integral en prestaciones en salud mental.
De esta manera, el SSA mantiene en la Región tres Centro de Salud Mental Comunitarios (COSAM). El COSAM Sur de Antofagasta, ubicado en calle Orlando Varas (entre Díaz Gana y Avelino Contardo. El COSAM Norte, que en la actualidad funcionen en el Centro Asistencial Norte (CAN); y un COSAM en la ciudad de Calama, el que funciona en un moderno edificio recién inaugurado en noviembre de 2010.
Para el director del Servicio de Salud, Rodrigo Alarcón “estos centros son la respuesta tras asumir una realidad que, de alguna manera, ha marcado a nuestra Región en el último tiempo, como son los problemas de adicciones, depresiones, violencia intrafamiliar y suicidios;  por lo que nos encontramos potenciando este tipo de dispositivos”.
De hecho, hace un mes se iniciaron las obras de construcción de un nuevo COSAM, el que se levanta junto al Centro de Salud Familiar (CESFAM) Rendic, donde funcionará el COSAM Norte (hoy en el CAN) para dar más y mejor cobertura en esta materia. Se trata de una obra de 463 millones de pesos aportados por FNDR. Será un edificio moderno, con instalaciones y dependencias especialmente diseñadas para este tipo de atenciones. Se estima que el nuevo centro entre en marcha blanca en junio de este año.
El Jefe del SSA, dijo que “con la construcción del nuevo edificio será posible atender a los beneficiarios inscritos en los CESFAM Norte y Rendic, ampliando considerablemente la actual cobertura que brinda estando en el CAN. Además se podrán realizar nuevas intervenciones, específicamente en el tratamiento ambulatorio de aquellos usuarios con problemas de dependencia de alcohol y drogas”.
Cercanos
Según explica, Vicente Carrasco, siquiatra y Jefe de la Unidad de Salud Mental del Servicio de Salud Antofagasta, “estos son centros de atención comunitaria y deben estar ubicados cerca del lugar de residencia de los usuarios, de manera tal de favorecer un fácil acceso a estos beneficiarios, en especial para aquellos que presenten una discapacidad importante, lejos del ambiente hospitalario habitual y propiciar así una fácil reinserción dentro de su mismo territorio”.
En este sentido, los tres COSAM con los que cuenta la región, se ubican estratégicamente muy cerca de la población que tienen a cargo; “población habitualmente de escasos recursos y con una serie de problemáticas psicosociales adversas”, explica Carrasco. “Por lo tanto – agrega- estos establecimientos responden a la realidad local en la que se encuentran emplazados”.
Multidisciplinarios
Los tres COSAM de la región cuentan con equipos de salud multidisciplinarios que incluyen médicos psiquiatras (adultos e infantiles) enfermeras, psicólogos, asistentes sociales, psicopedagogos, técnicos paramédicos y personal administrativo, con lo que se logra una atención integral que abarca las distintas dimensiones de las patología mentales que tratan.
El Jefe de la Unidad de Salud Mental del SSA, señaló que “estos equipos han logrado coordinarse satisfactoriamente con los CESFAM y otras instituciones ubicadas en el territorio que tienen a cargo, como colegios, hogares protegidos, grupos de autoayuda y centros de rehabilitación, entre otros, lo que se ha traducido en altos grados de satisfacción usuaria con la atención otorgada por parte del personal de los COSAM”.
Atenciones
Durante el año 2010 los tres Centros de Salud Mental de la región realizaron 15.506 prestaciones de salud mental, de las cuales 5.176 fueron consultas realizadas por médicos psiquiatras.
Carlos Rivera Espinosa
08.02.11 Fuente: http://ssantofagasta.redsalud.gov.cl/url/page/ssalud/ssantofagasta/g_noticias/g_visualizacion/noticias_ssantofagasta_1_5691558.html
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Estrés: factores protectores

Al hablar sobre la vulnerabilidad ante el estrés, nos referimos al grado de susceptibilidad de los sujetos a sufrir las consecuencias negativas de este. Preferimos enfocar esta susceptibilidad en términos de perfiles de riesgo y de seguridad. Al predominar los factores vinculados con el perfil de riesgo, aumenta la susceptibilidad y por ello se es más vulnerable a los efectos dañinos del estrés.

Por: Dionisio F. Zaldívar Pérez
Según la visión de Holahan y moos, los factores de riesgo y de seguridad pueden describirse de la manera siguiente:

Factores de riesgo: Incluyen aquellos aspectos personales o situaciones en la vida de los individuos que están asociadas con un aumento en la probabilidad de sufrir los efectos del estrés y enfermar.

Factores protectores: Se definen como aquellas características personales o elementos del ambiente, o la percepción que se tiene sobre ellos, capaces de disminuir los efectos negativos que el proceso de estrés puede tener sobre la salud y el bienestar.
Enfocado el asunto desde esta perspectiva, los factores protectores al aumentar la tolerancia ante los efectos negativos del estrés, disminuirían la vulnerabilidad y la probabilidad de enfermar.
Así, en la valoración del nivel de vulnerabilidad, tendremos en consideración los siguientes factores, que de acuerdo a su dirección (positiva o negativa), conforman un perfil de seguridad o de riesgo, estos son:

Estilo de Vida: Por estilo de vida queremos denominar de una manera genérica, aquellos patrones cognitivos, afectivos-emocionales y conductuales que muestran cierta consistencia en el tiempo, bajo condiciones más o menos consistentes y que pueden constituirse en factores de riesgo o seguridad, dependiendo de su naturaleza.
Los estudios epidemiológicos han mostrado la relación existente entre el estilo de vida que las personas exhiben y el proceso salud-enfermedad. Un estilo de vida saludable constituye un importante factor en la configuración del perfil de seguridad.
Al hablar de estilo de vida saludable, nos referimos a comportamientos que disminuyen los riegos de enfermar, tales como: un adecuado control y tratamiento de las tensiones y emociones negativas, un buen régimen de ejercicios, sueño y distracción; el control y la evitación del abuso de sustancias como la cafeína, nicotina y alcohol; una correcta distribución y aprovechamiento del tiempo, etc.

La autoestima: Es el juicio personal de valía, que es expresado en las actitudes que el individuo adopta hacia sí mismo. Distintos autores coinciden en cuanto a la relación existente entre el nivel de autoestima y la tolerancia al estrés; esta relación se vincula con la incidencia que tiene la autoestima sobre algunas de las variables que reflejan el tipo de transacción que los sujetos mantienen con su ambiente y la respuesta de ellos a determinadas y exigencias; así como con la posibilidad o expectativas de control de los contextos o situaciones de estrés.
El nivel de autoestima del sujeto, matiza el tipo de respuesta y de afrontamiento que presenta en situaciones de estrés.

El control: Es una de las variables más importantes en cuanto al manejo de las situaciones de estrés. Tener o percibir algún control sobre las situaciones o eventos estresores, aumenta el grado de tolerancia al estrés y reduce la severidad de sus efectos negativos.
Los sujetos que se perciben como portadores de una baja capacidad de control del medio, suelen ser más vulnerables en su afrontamiento a los eventos estresores.
El concepto desarrollado por Rotter de locus de control, para referirse a las atribuciones de causa que las personas hacen en relación con determinados resultados, es ampliamente utilizado en la evaluación de esta variable.
Los sujetos con un locus de control externo, atribuyen los resultados obtenidos a fuerzas externas que están fuera de su control; mientras que los sujetos con un locus de control interno, establecen una relación directa entre sus comportamientos y los refuerzos y resultados que obtienen.

El afrontamiento puede ser considerado como un mediador de la reacción emocional frente a situaciones estresoras; incluye tanto, mecanismos de defensa clásicos, como diversas conductas o estrategias para enfrentar los estados emocionales negativos; solucionar problemas, disminuir la activación fisiológica, etc.
Según se ha señalado, las principales funciones del afrontamiento son:

  1. Intentar la solución del problema
  2. Regular las emociones
  3. Proteger la autoestima
  4. Manejar las interacciones sociales.
El tipo de afrontamiento (centrado en el problema o centrado en la emoción) en sí mismo no resulta bueno ni malo, sino que depende de su correspondencia o pertenencia al contexto y la situación Cuando esto no es así aumenta la vulnerabilidad y las posibilidades de enfermar. Lo importante es que el sujeto desarrolle una actitud ante los problemas y situaciones estresoras que lo lleven a buscar, en cada caso, aquella manera de afrontarla de la forma más realista de acuerdo con las demandas de ajuste que se requieran.

Apoyo social: Desde los trabajos de Holmes y Rahes, se ha acentuado el valor de los contactos sociales positivos como elemento protector para el ser humano. De manera particular se ha investigado y demostrado el papel protector del apoyo social ante situaciones de estrés.
Eyes ha planteado que el apoyo social consiste en la información y recursos que ofrecen otras personas del entorno que minimizan la percepción de amenaza, maximizan la percepción actual de control y facilitan la acción directa y anticipatoria de los modos de comportamiento.
En resumen, el apoyo social actúa como un importante modulador del estrés, su presencia y su percepción aumenta la sensación de control y dominio ante situaciones estresoras, ofrece una guía y orientación para la acción, contribuye a identificar recursos personales y sociales y ofrece retroalimentación sobre conductas que mejoran la competencia personal.

Fortaleza personal: Entre las características que se han considerado como importantes en el aumento de la tolerancia al estrés, está la fortaleza personal, a la que algunos autores se refieren como personalidad resistente y también como resiliencia.
En el concepto de fortaleza personal, se consideran aspectos tales como: grado de compromiso que los sujetos asumen con lo que emprenden, la tendencia a evaluar las dificultades como reto, como algo que pone a prueba sus capacidades y no como una amenaza; el sentimiento de control sobre las propias circunstancias y la tendencia a enfocar los problemas de forma realista y con optimismo, centrado en la acción y la búsqueda de alternativas variadas de posibles soluciones.
Como factores de importancia que contribuyen a la fortaleza personal, se han de considerar los vinculados con el sistema de valores y creencias del sujeto y su cosmovisión, que le posibilitan enfrentar con firmeza y optimismo las dificultades y situaciones estresoras.
Así un perfil de seguridad quedaría configurado por la siguiente composición de factores protectores:

  • Estilo de vida saludable.
  • Autoestima positiva adecuada.
  • Sentimiento de control, expresado en un locus de control interno.
  • Estilo de afrontamiento caracterizado por el uso de estrategias de afrontamiento constructivas, adecuadas a las demandas y a los contextos específicos.
  • Red de contactos sociales que posibiliten la percepción de disponer de los apoyos necesarios en casos de dificultades.
  • Adecuado nivel de fortaleza personal, expresado a través de características como el compromiso, el reto, el control y la expresión de un optimismo sano y realista.
  • La tenencia de un sistema de valores y creencias que posibiliten afrontar con firmeza y tenacidad las dificultades de la vida.
Por supuesto que no tener todos estos factores, presentes en su máxima intensidad, no significa que el sujeto no tenga un perfil de seguridad, lo importante es la tendencia positiva con la cual se expresan estos factores, la expresión de una tendencia negativa configuraría un perfil de riesgo. Incrementar nuestra resistencia al estrés, equivale al incremento de los factores protectores y la reducción de nuestra vulnerabilidad, el saldo bien vale el esfuerzo...
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EL MODELO TRANSACCIONAL DEL ESTRÉS Y LA CAPACIDAD DE ENFRENTAR PROBLEMAS

 El estrés es un estado desagradable de estimulación que ocurre cuando las personas perciben que un suceso o una condición amenazan su habilidad para afrontar la situación cómoda y eficazmente (Smith y Carlson 1997; Lazarus y Folkman 1984).

Un nivel moderado de estrés puede ser beneficioso y se espera que esté presente en muchas situaciones de la vida. Pero a medida que las personas se sienten abrumadas por todo lo que se les exige, sus estados de ánimo se tornan negativos y experimentan más estrés del que pueden manejar. Esto amenaza su bienestar mental, físico y emocional.

El estrés es parte de nuestra vida emocional cotidiana, y la adolescencia es uno de los períodos más estresantes de la vida. Entender los orígenes del estrés y aprender a solucionar los problemas es esencial para la promoción de la salud y para la prevención de la violencia; en particular la violencia autoinfligida. La asociación entre la presencia de estrés y las conductas no saludables está bien establecida —por ejemplo, hábitos de alimentación deficientes, sueño insuficiente, depresión, tabaquismo y abuso de alcohol—; el desarrollo de mecanismos para afrontar problemas puede prevenir la iniciación de estas conductas o promover un cambio de conducta.


En el Modelo Transaccional del Estrés y la Capacidad de Enfrentar Problemas (Folkman y Moskowitz 2000; Lazarus y Folkman 1984), las experiencias estresantes son entendidas como transacciones entre la persona y su entorno, en donde el impacto de un factor de estrés externo es mediado por la evaluación que hace el individuo sobre los recursos psicológicos, sociales y culturales con los que cuenta. Para entender este concepto, veamos sus elementos centrales:

1. En primer lugar, un factor estresante o fuente de estrés es un suceso o estímulo del ambiente que amenaza a un organismo y lo lleva a buscar una respuesta para afrontarlo, es decir para evitar, escapar o minimizar el estímulo adverso (Gazzaniga y Heatherton, 2003). Los factores de estrés se dividen en dos categorías:

• Hechos estresantes mayores: cambios o alteraciones que afectan aspectos de gran importancia en la vida de una persona, por ejemplo: enfermedades severas o muerte de un ser cercano; cambiarse a una escuela nueva, vecindario, ciudad o país; el divorcio de los padres. También se consideran condiciones de estrés permanente como la pobreza, las enfermedades que incapacitan, los conflictos familiares y el abuso físico o sexual.

Las investigaciones muestran que los sucesos catastróficos imprevisibles e incontrolables —por ejemplo, terremotos, huracanes, incendios, inundaciones, disturbios civiles, delito urbano y violencia, ataques terroristas— son especialmente estresantes. Cuanto más grande sea el número de cambios o mayor su intensidad, se producirá mayor estrés.

• Fastidios diarios: pequeñas frustraciones y enojos cotidianos, por ejemplo, tratar con profesores injustos o desagradables, rendir los exámenes escolares, ser objeto de burla de los amigos, mantener discusiones con los hermanos y los padres.

El efecto de los fastidios cotidianos, que a menudo se presentan simultáneamente, puede compararse con los efectos de los grandes cambios de la vida. Aunque las personas parecen adaptarse a los problemas cotidianos con el paso de los años, se piensa que las dificultades interpersonales tienen un efecto acumulativo en la salud (Gazzaniga y Heatherton 2003).
A menudo, los adolescentes refieren los fastidios diarios —especialmente aquellos que tienen que ver con los padres y maestros— como los sucesos más estresantes. Casi la mitad de los adolescentes estadounidenses comentan tener dificultades para enfrentar las situaciones estresantes del hogar o de la escuela (Gans 1990).
Los sucesos estresantes relacionados con la escuela incluyen los exámenes, las calificaciones y el sentimiento de apuro (Burnett y Fanshawe 1997; Puskar, Lamb y Bartolovic 1993). Los sucesos estresantes relacionados con la familia y el hogar incluyen los problemas de salud de los padres o hermanos, el conflicto entre los padres y el divorcio de estos (Forehand, Biggar y Kotchic 1998).


La variación del efecto que el mismo factor de estrés puede tener en las diferentes personas depende de una variedad de cuestiones; entre éstas figuran el modo en que la persona percibe el suceso estresante, si el factor de estrés está acompañado por otros, el nivel de tolerancia al estrés del individuo y sus creencias personales acerca de los recursos que posee para afrontar el problema.

2. El segundo elemento, es la evaluación cognitiva que se relaciona con el modo en que se percibe, y se interpreta, que el suceso estresante afecta el proceso de afrontar el estímulo o suceso. Lazarus (1993) describió el proceso de evaluación de una persona que se encuentra ante una situación, en dos momentos:

• Evaluación primaria: la persona evalúa el grado de estrés que le produce la situación y la posible amenaza o perjuicio del suceso. La percepción de susceptibilidad a la amenaza y la percepción de severidad de la amenaza son dos componentes de la evaluación primaria.

Otros mecanismos para la evaluación primaria (Smith y Lazarus 1993; Smith y colaboradores 1993) son la relevancia motivacional del factor de estrés —por ejemplo, cuando se considera que el suceso tiene un fuerte impacto en las metas o intereses de una persona, es probable que ésta sienta ansiedad y estrés específico por esa situación—; y el foco causal del factor de estrés —por ejemplo, cuando uno se percibe a sí mismo como responsable del factor estresante—.
En la vida de un adolescente típico, el proceso de evaluación primaria está, a menudo, muy influenciado por las emociones. Las emociones son respuestas inmediatas a sucesos del entorno, como recibir una baja calificación o discutir con la familia (Gazzaniga y Heatherton 2003). Las emociones también brindan información acerca de la importancia de los estímulos para fijar objetivos personales y, luego, preparar al individuo para realizar acciones que le permitan alcanzarlos (Frijda 1994). Los adolescentes resultan más afectados por sus propias reacciones emocionales en presencia de factores estresantes cotidianos —por ejemplo, sentirse heridos cuando se les hace una broma, ira cuando se los insulta— que por la susceptibilidad o gravedad percibida de una amenaza para la salud o una situación riesgosa.


Si la persona considera que el estímulo es lo suficientemente estresante, pasa a la evaluación secundaria.

• Evaluación secundaria: es la evaluación de las opciones y recursos que tiene una persona para afrontar los problemas; la persona evalúa su habilidad para cambiar la situación, manejar las reacciones emocionales negativas, considerar las opciones de reacción y elegir las conductas para enfrentar el problema.
A diferencia de la evaluación primaria, que se centra en los rasgos de la situación de estrés, la evaluación secundaria se ocupa de lo que uno puede hacer para afrontar la situación. Algunos ejemplos clave de mecanismos usados para la evaluación secundaria son:

• Habilidad percibida para cambiar la situación (control percibido de la amenaza).
• Habilidad percibida para manejar las reacciones emocionales hacia la amenaza (control percibido de los sentimientos).
• Expectativas sobre la eficacia de los recursos que uno tiene para afrontar los problemas (autoeficacia para afrontar problemas).

Para los adolescentes, la evaluación secundaria, similar a la evaluación primaria, se ve muy influenciada por las emociones. Slovic y colegas (2002) sostienen que las emociones sirven como guías heurísticas que ofrecen retroalimentación para tomar decisiones rápidas cuando se enfrentan a situaciones complejas y multifacéticas. El juicio respecto de las situaciones riesgosas se ve afectado en forma significativa por las emociones experimentadas al momento de tomar decisiones, ya que las emociones, por lo general, tienen más impacto que las cogniciones sobre las decisiones tomadas rápidamente (Lowenstein et al. 2001).
Sturges y Rogers (1996) descubrieron que entre los adolescentes y jóvenes, las intervenciones que usan la amenaza a la salud como estrategia solamente funcionan cuando las personas creen que pueden afrontar la amenaza eficazmente. En cambio, si creen que no podrán afrontarla, los altos niveles de amenaza más bien reducen las intenciones de abstenerse del uso, en este caso, de tabaco.

En resumen, según el Modelo Transaccional del Estrés y la Capacidad de Enfrentar Problemas, la evaluación del riesgo personal y la gravedad de la amenaza estimulan la acción para hacer frente al factor estresante. No obstante, las percepciones elevadas de riesgo también pueden generar angustia y estimular conductas de escape-evitación para minimizar la importancia de la amenaza.
Las creencias de invulnerabilidad, por otro lado, aumentan el control percibido y el enfrentamiento activo al problema, y reducen la angustia; muchos adolescentes operan sobre la base de esta creencia de invulnerabilidad.

La minimización de las evaluaciones de los sucesos estresantes puede disminuir la motivación para adoptar conductas preventivas recomendadas respecto de la salud.
Por ejemplo, es más probable que los fumadores perciban que ellos son menos susceptibles a los efectos del cigarrillo que los que no fuman (Chapman, Wong y Smith 1993).


Ejemplo de la aplicación del modelo del estrés y la capacidad de enfrentar problemas en la prevención de la conducta suicida

En una campaña para la prevención del suicidio, en la cual se diseñaron materiales de apoyo, se utilizaron como marco teórico la teoría del estrés y la capacidad de enfrentar problemas y el mercadeo social (Gielen, Sleet y DiClemente 2006).
La campaña consistió en colocar afiches y panfletos con imágenes y mensajes de personas que anteriormente habían pensado en el suicidio en las oficinas de los proveedores de servicios de salud primaria. Se esperaba que estos mensajes fueran vistos por pacientes deprimidos o con pensamientos suicidas, o por pacientes que conocieran a personas en una de estas situaciones.
El objetivo principal de la campaña era disminuir el estigma asociado a la depresión y el suicidio, para motivar a los pacientes a hablar de sus sentimientos con sus proveedores de salud. Los hechos negativos —factores estresantes personales— no fueron abordados en los afiches; sin embargo, éstos sugerían que las personas que buscaran apoyo tendrían resultados positivos. Juntamente con los materiales, se incluyó una lista de recursos disponibles para los pacientes que quisieran buscar apoyo. La campaña fue diseñada principalmente con la intención de motivar la acción.
                                                                                                                                                                  Fuente: Crosby, Coombs y Willis 2006.
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