EL MODELO TRANSACCIONAL DEL ESTRÉS Y LA CAPACIDAD DE ENFRENTAR PROBLEMAS

 El estrés es un estado desagradable de estimulación que ocurre cuando las personas perciben que un suceso o una condición amenazan su habilidad para afrontar la situación cómoda y eficazmente (Smith y Carlson 1997; Lazarus y Folkman 1984).

Un nivel moderado de estrés puede ser beneficioso y se espera que esté presente en muchas situaciones de la vida. Pero a medida que las personas se sienten abrumadas por todo lo que se les exige, sus estados de ánimo se tornan negativos y experimentan más estrés del que pueden manejar. Esto amenaza su bienestar mental, físico y emocional.

El estrés es parte de nuestra vida emocional cotidiana, y la adolescencia es uno de los períodos más estresantes de la vida. Entender los orígenes del estrés y aprender a solucionar los problemas es esencial para la promoción de la salud y para la prevención de la violencia; en particular la violencia autoinfligida. La asociación entre la presencia de estrés y las conductas no saludables está bien establecida —por ejemplo, hábitos de alimentación deficientes, sueño insuficiente, depresión, tabaquismo y abuso de alcohol—; el desarrollo de mecanismos para afrontar problemas puede prevenir la iniciación de estas conductas o promover un cambio de conducta.


En el Modelo Transaccional del Estrés y la Capacidad de Enfrentar Problemas (Folkman y Moskowitz 2000; Lazarus y Folkman 1984), las experiencias estresantes son entendidas como transacciones entre la persona y su entorno, en donde el impacto de un factor de estrés externo es mediado por la evaluación que hace el individuo sobre los recursos psicológicos, sociales y culturales con los que cuenta. Para entender este concepto, veamos sus elementos centrales:

1. En primer lugar, un factor estresante o fuente de estrés es un suceso o estímulo del ambiente que amenaza a un organismo y lo lleva a buscar una respuesta para afrontarlo, es decir para evitar, escapar o minimizar el estímulo adverso (Gazzaniga y Heatherton, 2003). Los factores de estrés se dividen en dos categorías:

• Hechos estresantes mayores: cambios o alteraciones que afectan aspectos de gran importancia en la vida de una persona, por ejemplo: enfermedades severas o muerte de un ser cercano; cambiarse a una escuela nueva, vecindario, ciudad o país; el divorcio de los padres. También se consideran condiciones de estrés permanente como la pobreza, las enfermedades que incapacitan, los conflictos familiares y el abuso físico o sexual.

Las investigaciones muestran que los sucesos catastróficos imprevisibles e incontrolables —por ejemplo, terremotos, huracanes, incendios, inundaciones, disturbios civiles, delito urbano y violencia, ataques terroristas— son especialmente estresantes. Cuanto más grande sea el número de cambios o mayor su intensidad, se producirá mayor estrés.

• Fastidios diarios: pequeñas frustraciones y enojos cotidianos, por ejemplo, tratar con profesores injustos o desagradables, rendir los exámenes escolares, ser objeto de burla de los amigos, mantener discusiones con los hermanos y los padres.

El efecto de los fastidios cotidianos, que a menudo se presentan simultáneamente, puede compararse con los efectos de los grandes cambios de la vida. Aunque las personas parecen adaptarse a los problemas cotidianos con el paso de los años, se piensa que las dificultades interpersonales tienen un efecto acumulativo en la salud (Gazzaniga y Heatherton 2003).
A menudo, los adolescentes refieren los fastidios diarios —especialmente aquellos que tienen que ver con los padres y maestros— como los sucesos más estresantes. Casi la mitad de los adolescentes estadounidenses comentan tener dificultades para enfrentar las situaciones estresantes del hogar o de la escuela (Gans 1990).
Los sucesos estresantes relacionados con la escuela incluyen los exámenes, las calificaciones y el sentimiento de apuro (Burnett y Fanshawe 1997; Puskar, Lamb y Bartolovic 1993). Los sucesos estresantes relacionados con la familia y el hogar incluyen los problemas de salud de los padres o hermanos, el conflicto entre los padres y el divorcio de estos (Forehand, Biggar y Kotchic 1998).


La variación del efecto que el mismo factor de estrés puede tener en las diferentes personas depende de una variedad de cuestiones; entre éstas figuran el modo en que la persona percibe el suceso estresante, si el factor de estrés está acompañado por otros, el nivel de tolerancia al estrés del individuo y sus creencias personales acerca de los recursos que posee para afrontar el problema.

2. El segundo elemento, es la evaluación cognitiva que se relaciona con el modo en que se percibe, y se interpreta, que el suceso estresante afecta el proceso de afrontar el estímulo o suceso. Lazarus (1993) describió el proceso de evaluación de una persona que se encuentra ante una situación, en dos momentos:

• Evaluación primaria: la persona evalúa el grado de estrés que le produce la situación y la posible amenaza o perjuicio del suceso. La percepción de susceptibilidad a la amenaza y la percepción de severidad de la amenaza son dos componentes de la evaluación primaria.

Otros mecanismos para la evaluación primaria (Smith y Lazarus 1993; Smith y colaboradores 1993) son la relevancia motivacional del factor de estrés —por ejemplo, cuando se considera que el suceso tiene un fuerte impacto en las metas o intereses de una persona, es probable que ésta sienta ansiedad y estrés específico por esa situación—; y el foco causal del factor de estrés —por ejemplo, cuando uno se percibe a sí mismo como responsable del factor estresante—.
En la vida de un adolescente típico, el proceso de evaluación primaria está, a menudo, muy influenciado por las emociones. Las emociones son respuestas inmediatas a sucesos del entorno, como recibir una baja calificación o discutir con la familia (Gazzaniga y Heatherton 2003). Las emociones también brindan información acerca de la importancia de los estímulos para fijar objetivos personales y, luego, preparar al individuo para realizar acciones que le permitan alcanzarlos (Frijda 1994). Los adolescentes resultan más afectados por sus propias reacciones emocionales en presencia de factores estresantes cotidianos —por ejemplo, sentirse heridos cuando se les hace una broma, ira cuando se los insulta— que por la susceptibilidad o gravedad percibida de una amenaza para la salud o una situación riesgosa.


Si la persona considera que el estímulo es lo suficientemente estresante, pasa a la evaluación secundaria.

• Evaluación secundaria: es la evaluación de las opciones y recursos que tiene una persona para afrontar los problemas; la persona evalúa su habilidad para cambiar la situación, manejar las reacciones emocionales negativas, considerar las opciones de reacción y elegir las conductas para enfrentar el problema.
A diferencia de la evaluación primaria, que se centra en los rasgos de la situación de estrés, la evaluación secundaria se ocupa de lo que uno puede hacer para afrontar la situación. Algunos ejemplos clave de mecanismos usados para la evaluación secundaria son:

• Habilidad percibida para cambiar la situación (control percibido de la amenaza).
• Habilidad percibida para manejar las reacciones emocionales hacia la amenaza (control percibido de los sentimientos).
• Expectativas sobre la eficacia de los recursos que uno tiene para afrontar los problemas (autoeficacia para afrontar problemas).

Para los adolescentes, la evaluación secundaria, similar a la evaluación primaria, se ve muy influenciada por las emociones. Slovic y colegas (2002) sostienen que las emociones sirven como guías heurísticas que ofrecen retroalimentación para tomar decisiones rápidas cuando se enfrentan a situaciones complejas y multifacéticas. El juicio respecto de las situaciones riesgosas se ve afectado en forma significativa por las emociones experimentadas al momento de tomar decisiones, ya que las emociones, por lo general, tienen más impacto que las cogniciones sobre las decisiones tomadas rápidamente (Lowenstein et al. 2001).
Sturges y Rogers (1996) descubrieron que entre los adolescentes y jóvenes, las intervenciones que usan la amenaza a la salud como estrategia solamente funcionan cuando las personas creen que pueden afrontar la amenaza eficazmente. En cambio, si creen que no podrán afrontarla, los altos niveles de amenaza más bien reducen las intenciones de abstenerse del uso, en este caso, de tabaco.

En resumen, según el Modelo Transaccional del Estrés y la Capacidad de Enfrentar Problemas, la evaluación del riesgo personal y la gravedad de la amenaza estimulan la acción para hacer frente al factor estresante. No obstante, las percepciones elevadas de riesgo también pueden generar angustia y estimular conductas de escape-evitación para minimizar la importancia de la amenaza.
Las creencias de invulnerabilidad, por otro lado, aumentan el control percibido y el enfrentamiento activo al problema, y reducen la angustia; muchos adolescentes operan sobre la base de esta creencia de invulnerabilidad.

La minimización de las evaluaciones de los sucesos estresantes puede disminuir la motivación para adoptar conductas preventivas recomendadas respecto de la salud.
Por ejemplo, es más probable que los fumadores perciban que ellos son menos susceptibles a los efectos del cigarrillo que los que no fuman (Chapman, Wong y Smith 1993).


Ejemplo de la aplicación del modelo del estrés y la capacidad de enfrentar problemas en la prevención de la conducta suicida

En una campaña para la prevención del suicidio, en la cual se diseñaron materiales de apoyo, se utilizaron como marco teórico la teoría del estrés y la capacidad de enfrentar problemas y el mercadeo social (Gielen, Sleet y DiClemente 2006).
La campaña consistió en colocar afiches y panfletos con imágenes y mensajes de personas que anteriormente habían pensado en el suicidio en las oficinas de los proveedores de servicios de salud primaria. Se esperaba que estos mensajes fueran vistos por pacientes deprimidos o con pensamientos suicidas, o por pacientes que conocieran a personas en una de estas situaciones.
El objetivo principal de la campaña era disminuir el estigma asociado a la depresión y el suicidio, para motivar a los pacientes a hablar de sus sentimientos con sus proveedores de salud. Los hechos negativos —factores estresantes personales— no fueron abordados en los afiches; sin embargo, éstos sugerían que las personas que buscaran apoyo tendrían resultados positivos. Juntamente con los materiales, se incluyó una lista de recursos disponibles para los pacientes que quisieran buscar apoyo. La campaña fue diseñada principalmente con la intención de motivar la acción.
                                                                                                                                                                  Fuente: Crosby, Coombs y Willis 2006.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

hola soy brayan me ayudo muchisimo esta publicacion sobre el estres de Lazarus muchas gracias muy buen contenido.!